Desprogramate para la prosperidad (parte 2)



Los patrones , programas o grabaciones que tenemos inculcados la mayoría de las veces nos impiden descubrir el secreto que nos lleve a la prosperidad y abundancia. Debes aprender como desprogramarte y revelar tu secreto, que se enfrenta a tu abundancia y prosperidad.
Este trabajo será entregado en varias parte, aquí la segunda, la primera la puedes leer en fecha 1 de octubre 2008.
H. G. CIBELE

¡Qué bella su cultura, pero qué difí­cil de entender y seguir para nosotros! No existe separación de razas, sólo dis­tintas culturas programadas en nuestras mentes. En la naturaleza no existen fronteras. El honor, el éxito y el fraca­so no existen, como tampoco la belle­za ni la fealdad, porque todo consiste en una manera de ver de cada cultura. Es lo cultural lo que provoca esas emo­ciones ante el nombre de patria, raza, idioma o pueblo. Son distintas formas de ver que están programadas en nues­tra mente. La patria es el producto de la política, y la cultura es la manera de adoctrinar.

Cuando eres un producto de tu cul­tura, sin cuestionarte nada, te convier­tes en un robot. Tu cultura, tu religio­sidad y las diferencias raciales, nacio­nales o regionales te han sido estam­padas como un sello y las tomas como algo real. Te enseñaron una religiosi­dad y una forma de comportarte que no has elegido, sino que te vinieron im­puestas desde fuera, antes de que tuvie­ses edad o discernimiento para decidir, y sigues así, con ellas colgadas, como una piedra al cuello.

Sólo lo que nace y se decide aden­tro es auténtico y te hace libre. Lo que haces como hábito y que no puedes dejar de hacer porque te domina, te hace dependiente, esclavo de lo que crees, porque te lo han programado. Sólo lo que surge de dentro lo anali­zas, lo pasas por tu criterio y te deci­des a ponerlo en práctica asumiéndo­lo; es tuyo y te hace libre.

Tienes que liberarte de tu historia y su programación para responder por ti mismo y no de personaje a personaje.

Lo mismo ocurre con lo que creemos amor y que no es más que un mo­delo cultural aceptado por la mente. No se puede vivir influenciado por el pa­sado. Lo menos que se puede hacer por el amor es ser sincero, tener claridad de percepción y llamar a cada cosa por su nombre. Ser capaz de dar la respues­ta precisa sin engañar ni engañarte. Por­que te amo te doy la respuesta, desde mi realidad, que te corresponde a ti y a tu realidad, en este momento. Más tar­de no sé lo que puede ocurrir, y por ello no te hago promesas que no sé si po­dría cumplir.

Esto es lo menos que puedes exigirle al amor: sinceridad. La espiritualidad consiste en ver las cosas, no a través de cristales de color, sino tal como son. La espiritualidad ha de nacer de ti mismo; y cuanto más seas tú mismo, serás más es­piritual.

Lo cierto es que el dolor existe porque rechazamos que lo único sustancial es el amor, la felicidad, el gozo.



No seas fotocopia

No imites a nadie, ni siquiera a Je­sús. Jesús no era copia de nadie. Para ser como Jesús, has de ser tú mis­mo, sin copiar a nadie, pues todo lo auténtico es lo real, como real era Jesús.

La culpabilidad y la crítica no exis­ten más que en la mente de la cultu­ra. Las personas que menos se pre­ocupan de la vida de ahora, de vivir el presente, son las que más se pre­ocupan por lo venidero. Preocúpate por estar despierto, vive ahora y no te importará el futuro. Cuando tu mentalidad cambia, todo cambia para ti, a tu alrededor. Lo que antes te pre­ocupaba tanto, ahora te importa un bledo y, en cambio, vas descubrien­do cosas maravillosas que antes te pasaban inadvertidas.

Lo que más les preocupa a las per­sonas programadas es tener razón. Tie­nen miedo a perder sus ideas, en las que se apoyan, porque les dan pavor el ries­go, el cambio, la novedad, y se agarran a sus viejas ideas porque están fosili­zadas.

Nuestra vida se convierte en un lío porque tomamos por realidad lo que no son más que programaciones que no nos sirven de nada y nos agarramos a ellas porque no sabemos descubrir otra cosa. En el fondo, tenemos una enor­me inseguridad y, para sentirnos mejor, vamos a consultar a los que creemos que saben más que nosotros, creyendo que ellos nos van a solucionar los pro­blemas. Pero los problemas, que sólo existen en nuestra imaginación, sólo despertando los solucionaremos.

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